La Fundación Cajamar acaba de publicar el número 3 de la revista especializada Cuadernos de Estudios Agroalimentarios, dedicada en esta ocasión a las estructuras de invernaderos (se puede descargar aquí). En las páginas del número se pueden encontrar análisis referentes a la influencia de la estructura en el microclima del invernadero, informes sobre diversos tipos de cubierta plástica y técnicas de manejo del invernadero en el arco Mediterráneo. Asimismo, se dedica un espacio importante a la perspectiva medioambiental, con un análisis pormenorizado de las posibilidades de reciclado o reutilización de los residuos y subproductos o la aplicación a la agricultura invernada de la metodología del Ciclo de Vida del Producto.

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La importancia del uso de cubiertas plásticas que se toma hoy casi como un hecho natural fue una de las grandes innovaciones que permitieron el éxito de la agricultura protegida en el litoral almeriense. Una vez que los sondeos del viejo INC alumbraron las aguas acumuladas en el acuífero, el trinomio enarenado-plástico-trabajo hizo el resto. Las más de 25.000 hectáreas invernadas de Almería son un complejo ecosistema en el que las innovaciones tecnológicas se suceden con rapidez: enarenado, invernadero parral, riego localizado, semillas híbridas,  nuevas estructuras de invernadero (particularmente el denominado “raspa y amagao”), polinización por abejorros, robotización de la estructura y del riego, control biológico, etc. Las claves de la rápida transmisión de la tecnología en un ámbito en el que aún predomina la pequeña explotación de origen familiar están, a nuestro juicio, relacionadas con, por un lado, el gran número de técnicos de campo que desde el principio ha habido en la provincia y, por otro lado, la constante necesidad de aumentar los rendimientos ante la tendencia de los precios a la baja (en términos reales, véase gráfico).

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Evolución de precios, rendimientos físicos e ingresos por unidad de superficie en los invernaderos de Almería. Índice 1975=100

Fuente: Fundación Cajamar.

La tendencia secular de los precios reales a la baja y el paralelo aumento de los costes de producción, entre los que la mano de obra es el principal componente, hace que el ingreso medio por unidad de producto a largo plazo tienda a cero. La única salida de esta especie de tijera entre precios y costes es el aumento de los rendimientos, de forma que los ingresos por unidad de superficie se mantengan o aumenten. Inicialmente, la obtención de cultivos más tempranos permitía, además, mejorar las cotizaciones, pero una vez cubierto el período anual esta vía ya no deviene en nuevas mejoras. La búsqueda de mejores rendimientos, pues, impulsa la investigación en nuevas estructuras, complementadas cada vez más con manejos y técnicas específicas para cada tipo de invernadero y especie cultivada.

El lector paciente que haya llegado hasta este punto se preguntará hasta cuándo se puede seguir en esta carrera de mejora continua de rendimientos. Obviamente estamos tratando de procesos biológicos, sometidos a las leyes de la naturaleza, por lo que existe un límite a estas mejoras o, por lo menos, un punto a partir del cual los costes de la implantación de una nueva tecnología no compensen los ingresos obtenidos. ¿Es la tijera entre precios y costes un proceso irreversible? La creciente globalización de los mercados agrarios podría hacer pensar que sí, pero no olvidemos que, al final, una de las principales materias con las que trabaja el sistema agroalimentario de un país desarrollado es la confianza (como las finanzas), y ésta puede seguir determinando la preferencia de unos productos sobre otros. Pero eso es tema para otra entrada…